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Lubenice: Entre el cielo y el mar

Lubenice: Entre el cielo y el mar

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Tiempo de lectura 4 min

Situado en un acantilado, este pueblo de piedra de la isla de Cres goza de una de las vistas más hermosas del mar abierto y de las mágicas bahías de Sv. Ivan y Žanja, a las que sólo se puede llegar a pie o por mar.

El pueblo de Lubenice está situado en la costa oeste de la isla de Cres, a 378 metros sobre el nivel del mar. Se trata de uno de los asentamientos más antiguos de la isla, con una historia que abarca más de 4000 años. Lubenice se estableció sobre un castro prehistórico, y más tarde se convirtió en un asentamiento romano llamado Hibernicia, que se traduce como lugar "invernal" o "frío". Precisamente por su posición en un acantilado que se adentra en el mar, Lubenice ha desempeñado un importante papel defensivo y estratégico a lo largo de la historia, vigilando las vías fluviales de la bahía de Kvarner.

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La playa al pie de la colina donde se encuentra Lubenice figura regularmente en las listas de las playas más bonitas de Croacia y Europa.

En la actualidad, Lubenice es un lugar pequeño, casi abandonado y lleno de encantadora autenticidad. Calles estrechas de piedra, arquitectura medieval y hasta cinco pequeñas iglesias son testigos de una rica historia.

Al abrazo del pasado

Al entrar, una pequeña plaza da la bienvenida y conduce a los restos de las murallas, la puerta de la ciudad y la iglesia gótica del siglo XV de Antonio del Desierto, conocida por su extraordinaria acústica. Cuarenta casas muy juntas están conectadas por dos calles longitudinales y pequeños pasadizos cubiertos con arcos, con detalles renacentistas y barrocos visibles en los antiguos cimientos medievales.

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Los restos de una antigua villa rústica y de un embarcadero pueden verse a los pies del asentamiento, mientras que los bellos, aunque descuidados, jardines y olivares conservan recuerdos de la vida isleña de antaño.

El carácter específico de este asentamiento como complejo urbano-rural bien conservado le ha valido a Lubenice un lugar en la lista indicativa para su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

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La arquitectura medieval de piedra deja una fuerte impresión en los visitantes, haciéndoles sentir como si estuvieran caminando por los pasillos de la historia

Calas paradisíacas

Una de las vistas más impresionantes del Adriático puede contemplarse desde el mirador del centro de Lubenice. Bajo los escarpados acantilados, entre las rocas, se encuentra la playa de San Iván: salvaje, de difícil acceso, pero eso es lo que la hace tan hermosa. Sólo se puede llegar a pie por un sendero cuesta abajo, que lleva al menos 45 minutos, pero el esfuerzo merece mucho la pena. La alternativa es llegar en barco, que es la opción más común de los navegantes que vienen aquí por la tranquila bahía, el mar cristalino y la sombra natural. No es casualidad que esta playa figure regularmente en las listas de las playas más bonitas de Croacia y Europa.

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Más al sur, la bahía de Žanja alberga Plava Grota. Esta cueva está iluminada por el sol a última hora de la tarde, de modo que todo el espacio brilla en varios tonos de azul. Nadar es la única forma de llegar a la entrada, lo que hace que toda la experiencia sea aún más impresionante.

Música en la piedra

En verano, Lubenice cobra vida brevemente con los sonidos de la música clásica. La Iglesia Parroquial de la Santísima Virgen María acoge las tradicionales "Veladas de Lubenice", creando una experiencia musical inolvidable en un entorno de piedra.

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En el pueblo hay también un pequeño Museo de la Ganadería Ovina, dedicado a la tradición secular de la cría de ovejas en la isla, que se menciona en el Estatuto de Cres de 1332. Incluso ahora, esta práctica sigue siendo una de las industrias más importantes de la isla. Por su adaptabilidad y resistencia, la oveja de Cres es un símbolo de la vida local, como la propia Lubenice.

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Una isla en miniatura dentro de la isla

Incluso hoy, cuando se puede contar el número de habitantes con los dedos de una mano, Lubenice sigue siendo un símbolo del silencio y la perseverancia de la isla. Un lugar donde el tiempo se detiene, y donde la puesta de sol, acompañada por el olor del viento y el sonido de la música, es mejor que cualquier postal.

Texto Ida Vickota

Fotos Marijana Eršte, Robi Sablić, Ivo Biočina, Aleksandar Gospić, Zoran Jelača