El tesoro más pequeño del Adriático: Sumérjase en la historia y la belleza de Krapanj
Pequeña pero poderosa: Krapanj, la isla habitada más pequeña del Adriático, cuenta con una rica historia a pesar de su diminuto tamaño. De hecho, la isla apenas se eleva por encima de la línea de flotación.
Echando un vistazo a los mapas, descubrirá una diminuta isla al sur de Zlarin, en el abrazo de Šibenik. Su costa norte es tan llana que parece esculpida a partir del propio continente. Esta pequeña masa de tierra, separada en un momento desconocido, es la isla de Krapanj.
Descubriendo la encantadora isla de Krapanj
Aunque modesta en tamaño, Krapanj posee una rica historia. Como dice Antonija Grubišić, de la Oficina de Turismo de Krapanj, es una isla encantadora que ofrece una sensación de tranquilidad única, una sensación "zen", como algunos la describen.
A pesar de ser la isla habitada más pequeña y baja del Adriático, con una altitud que apenas supera la quilla de un barco (¡1,25 metros!), Krapanj tiene una fuerza oculta. Esta pequeña joya posee un carácter único que no encontrará en ningún otro lugar. Pase un delicioso día explorando sus costas y descubriendo sus secretos: Krapanj le dejará una impresión imborrable.
Combine la navegación de lujo con el encanto de Krapanj
La cercanía de Krapanj al continente hace que sea fácilmente accesible. Incluso puede nadar hasta sus playas desde la encantadora ciudad de Brodarica. Si planea explorar el archipiélago de Šibenik en barco, considere la posibilidad de iniciar su crucero desde Krapanj. Marina Mandalina ofrece un cómodo punto de partida para descubrir la belleza de las islas circundantes.
Renuncie al anclaje tradicional y dirija su barco hacia el muelle privado que adorna las orillas del Hotel Spongiola. Este refugio da la bienvenida a embarcaciones de hasta 25 metros de eslora, ofreciendo una transición perfecta de su viaje náutico a las soleadas costas de la isla. A tiro de piedra se encuentra una playa virgen que le invita a comenzar su aventura en Krapanj.
Sumérjase en la rica historia de Krapanj y su legado de buceo con esponjas
A pesar de su diminuto tamaño, que apenas supera el medio kilómetro cuadrado, Krapanj presume de un legado que se extiende mucho más allá de sus costas. Durante tres siglos, esta isla del Adriático y sus gentes han sido sinónimo del arte del submarinismo, lo que le ha valido el prestigioso título de meca del buceo con esponjas de la región.
La necesidad, madre de la invención, llevó a los isleños hacia el mar ante la falta de tierras fértiles y agua dulce. Este ingenioso cambio no sólo garantizó su supervivencia, sino que también forjó una conexión única con Grecia, cuna del cultivo de esponjas, añadiendo otra capa de rica historia al seductor tapiz de Krapanj.
Envuelta en un misterio medieval, Krapanj fue antaño dominio privado de un noble de Šibenik. Deshabitada en aquella época, la isla se convirtió en un remanso de serenidad en el siglo XV, cuando los monjes franciscanos construyeron un monasterio y una iglesia aislados.
Huyendo de la agitación de las incursiones otomanas, los habitantes de tierra firme buscaron refugio en estas tranquilas costas, reflejo de la huida actual de las frenéticas junglas urbanas. La isla pronto floreció con encantadoras casas de piedra, que sumaban unas doscientas y formaban el corazón del asentamiento de Krapanj.
La intriga sustituyó al refugio. Los venecianos, recelosos de la influencia otomana, expulsaron a los franciscanos en 1700. Tras ellos se abrió un nuevo capítulo. Un carismático sacerdote, el padre Antun, llegó de las lejanas costas de Creta, portando consigo los secretos de un tesoro de lo más curioso: el arte de bucear en busca de esponjas y procesarlas. Así comenzó el legado único de Krapanj, una historia tejida desde las profundidades del Adriático.
Durante siglos, los habitantes de Krapanj han ejercido un dominio único sobre las profundidades del Adriático. Al principio, su riqueza procedía de la suave cosecha de una extraordinaria criatura marina: la esponja. Estas maravillas blandas, que se encuentran hasta quince metros bajo la superficie, se arrancaban del fondo marino con sencillas herramientas a bordo de embarcaciones tradicionales.
La llegada del primer aparato de buceo en 1893, una maravilla del ingenio austrohúngaro, inauguró una nueva era. La bomba de aire, precursora de la tecnología moderna, transformó la recolección de esponjas en una actividad audaz y lucrativa. Las familias krapanj se embarcaron en audaces expediciones por todo el Mediterráneo, y sus habilidades y valor les llevaron hasta la costa libia.
Fue una época de penurias y aventuras, testimonio del espíritu inquebrantable de estos extraordinarios isleños. Sus vecinos de Zlarin, que buscaban otro tesoro, los preciosos arrecifes de coral, emprendieron hazañas similares.
Durante siglos, en Krapanj se desarrolló otro tipo de "temporada". Equipos de hasta ocho personas, no turistas, zarpaban en embarcaciones impulsadas únicamente por remos y velas. Su búsqueda no era el ocio, sino la escurridiza riqueza de las profundidades: las esponjas.
A diferencia de los buceadores de hoy en día, ataviados con modernos y elegantes equipos, estos hombres descendieron al abismo de tinta cargados con pesados trajes, testimonio de su extraordinaria destreza física y su inquebrantable determinación. Las profundidades que alcanzaban, 40 metros, exigían no sólo una forma física excepcional, sino también una fortaleza mental de hierro, pues cada inmersión era una batalla contra la presión aplastante y el aire cada vez más escaso.
Durante generaciones, la familia Tanfara ha encarnado el espíritu indomable de Krapanj. Desde 1896, han desafiado las peligrosas profundidades, y su legado se conserva entre las paredes del exquisito museo Spuga 2. Aquí, entre exhibiciones de trajes de buceo históricos y relucientes cascos metálicos, no sólo se pueden contemplar los vestigios tangibles de esta época pasada, sino también adquirir un recuerdo verdaderamente único: una auténtica esponja de Krapanj, un preciado tesoro nacido del mismísimo corazón del Adriático.
Más allá del brillante Adriático se encuentra Žitak, una cautivadora galería rebosante de los souvenirs más codiciados de la isla: esponjas naturales, vestigios de una tradición consagrada de Krapanj. En ningún otro lugar encontrará estos tesoros tan cargados de historia e impregnados de la esencia misma de la isla.
Encanto isleño: Casas de piedra y lugares pintorescos
Galería de esponjas - Žitak, es otro lugar maravilloso donde encontrar estos recuerdos verdaderamente autóctonos, y en ningún otro lugar son tan buenos y están tan impregnados de tradición como en Krapanj. Aún hoy, algunas de las casas de piedra que se crearon gracias al esponjamiento forman parte de la hermosa vista de este Škojic, y hay oportunidades para hacer fotos en casi todos los cantones y bajo todos los voltios, y en un paseo tan romántico por el camino se esconderá del calor en el brezo.
No se pierda la almazara-museo de San Lovre, del siglo XV, donde antiguas prensas de piedra evocan cómo se elaboraba antaño el aceite de oliva con la ayuda de cargas, mientras que el hotel Spongiola alberga también un museo de buceo. Para refrescarse y hacer alguna pausa gastronómica, no nombraremos ningún restaurante individualmente, porque los verá todos, así que podrá elegir el que más le convenga en cuanto a ambiente y vistas.
Un viaje culinario: Platos tradicionales y especialidades locales
Por eso le recomendaremos las especialidades: "Krapanjski pijat" y orzoto, ambas preparadas a la manera tradicional, porque con tantos buceadores en la isla, por supuesto también hay muchos buenos pescadores y siempre pesca fresca del mar. El "Krapanjski pijat" es pulpo preparado en guiso con el añadido de pasta, y cada restaurante tiene su pequeño toque en ese plato, por lo que este guiso de pescado será un poco diferente en cada restaurante.
Otra especialidad es una versión del risotto negro, pero en lugar de arroz se cuece orzo, o cebada, y, por supuesto, vierte en su gloria, o negrura, y según muchos gastrónomos, es mejor que el risotto.
¿No lo cree? Venga a la isla de Krapanj y compruébelo usted mismo.
Texto Filip Bubalo
Fotos Ivo Pervan, Boris Kačan & TZ Krapanj Brodarica / Milena Tanfara